Que lance la primera piedra el productor que no haya dicho o escuchado: - “No hay presupuesto”.
Pareciera que es parte del contexto en el cual nos desempeñamos. Lo normalizamos, estamos habituados. Nos exigimos cumplir con lo previsto creando estrategias y ajustando recursos.
Es real que los productores independientes partimos de presupuesto cero. Ponemos dinero de nuestros bolsillos, pedimos prestado, hacemos “vaquitas”, buscamos medios para conseguir financiación y armamos cooperativas de trabajo.
Excedernos no es una opción. Plantearnos ideas nuevas sobre un plan ya encausado, implica correr el riego de obtener como respuesta: “No-Hay-Presupuesto”. La misma puede venir de nuestra voz interior en función de un proyecto propio, o de quien represente a la empresa contratante.
Exponer nuestro material implica pagar sindicatos, en los cuales se nos exige el mismo porcentaje que a las grandes productoras de la industria televisiva o cinematográfica.
Lo tenemos claro, hay que llegar al objetivo apelando a nuestra creatividad en el manejo de los medios.
Al momento de aceptar la convocatoria para integrar un proyecto, sabemos de antemano que el valor que pongamos a nuestra tarea, puede ser rechazado. Tal es así que poder determinar el presupuesto adecuado, se convierte en un desafío para que no resulte excesivo o demasiado bajo, a menos que un sindicato nos respalde.
Claro está, que el costo de una producción (aunque a mí me gusta llamarlo valor), puede alternarse entre lo más económico y lo más elevado. Si bien es cierto que, en los últimos años, los precios de producción a nivel Nacional han disminuido, tratando de no reducir (y en algunos casos con éxito) la calidad final. ¡Y bien por ello! Para mí, la calidad, nunca es negociable.
Trabajar en lo que es visto como una “gran empresa”, en muchas ocasiones discierne de lo que la mayoría pueda llegar a imaginar. El tan conocido canje no sólo puede incluir locaciones, vestuario o utilería. También abarca servicios profesionales y poder ofrecer un intercambio acorde a la prestación, es todo un reto.
Muchas veces los recursos económicos son tan acotados, que no contamos si quiera con caja chica que pueda afrontar cualquier imprevisto. Hacemos malabares para comprar un café o pagar un taxi, teniendo que presentar tickets para que nos reintegren el dinero. Dicho proceso a veces se extiende en el tiempo, resulta un tanto tedioso y terminamos desistiendo, o si quiera considerando dicha posibilidad. (¡Grave error!)
Hay que saber que cada proyecto es único en sí mismo y siempre habrá cuestiones a las que adaptarse. Pero que el presupuesto jamás nos limite para hacer un buen producto, conforme a nuestras ideas y fiel al valor de nuestro trabajo. Existen infinitas posibilidades, te lo prometo. Ya hablaremos sobre esto.
Con Amor,
Aldana.